Quizá sea la persona menos indicada para escribir de este tema, quizá también la que no ha experimentado una “buena” experiencia en esto; sea como sea, te invito a que me leas, porque puede ser que tú también hayas experimentado parte de lo que yo pasé.
Bueno, todo comenzó cuando yo tenía 3 años, fue cuando mis padres se divorciaron y tanto mi hermanita de meses de nacida y yo vivimos con mi mamá de ahí en adelante. Se supone que veríamos a mi papá cada dos semanas en sábado y domingo, al principio si lo veíamos, después fue pasando el tiempo y eran menos frecuentes las visitas, era raro ir con él, era distinto pues él no cree en Cristo, además de todo mi papá era y todavía es un hombre serio, muy duro y parecía que no sentía nada.
Vivíamos cerca, pero lejos de él. Cerca porque sí lo veíamos, pero lejos porque era un padre ausente. Nunca escuché un “te amo”, ni un “ánimo, hija”. La realidad es que fue muy difícil para la niña de 3,4,5,6… años estar sin papá.
Por otro lado, mientras más pasaba el tiempo, y después de que Cristo me rescató, mi relación con Dios crecía y se fortalecía, empezaba a depender aún más de Cristo, y anhelaba cada vez más estar con Él. Empezó a ser un poco más “sencillo”, pero no me mal entiendas, ese hueco de “papá” siempre siguió, veía a las niñas en el parque jugando con sus papás y solo sentía que mi corazón se rompía en mil partes, anhelando eso. Sí, lo anhelaba demasiado, y la verdad es que nunca llegó.
En Cristo, la realidad de esta verdad tan dura fue distinta, es distinta y será distinta. Cuando miro en retrospectiva a esto, puedo ver algo que mi papá sí hizo, algo que antes no llegué a ver, pero ahora lo hago y te quiero compartir las características que veo (desde una perspectiva madura de una mujer que camina con Cristo) de mi papá inconverso: Es un hombre trabajador, siempre se levantaba y ahora lo hace y trabaja duro y arduo para dar a su familia. Es un hombre fiel, ningún mes faltó a su responsabilidad al darnos la pensión para mi hermana y para mí. Es un hombre tan cuidadoso de sus padres que admiro su dedicación para cuidar a mis abuelos, admiro cómo los protege y admiro su constancia en estar para ellos. Es un hombre que defiende, él es muy valiente, no le teme a nadie ni a nada por defender a su familia. Es perspicaz, siempre va un paso adelante, lo ve, lo analiza todo y entonces decide.
Él fue un buen padre para mí, ¡él es un buen padre para mí! esto lo sé porque estoy en Cristo y por fe vivo creyendo que Dios siempre hace todo para Su gloria y eso nos ayuda a bien. Mi Padre Celestial orquesta todo para conformarnos a Cristo (Romanos 8:28). No quiero olvidar tampoco el día en el que Dios usó a mi papá para darme una lección a mi falta de fe. A través de mi papá, Dios me mostró algo enorme, inimaginable y hermoso. Sí, Dios usó a mi padre inconverso para dejarme ver que Él me cuida y que él me ama, (énfasis a las mayúsculas y minúsculas).
En este día del padre no solo estamos gozosos por los padres buenos, trabajadores, fieles, e intencionales que Dios nos ha dado (mi esposo, un gran ejemplo), sino que aún en medio de la dificultad de un padre inconverso glorificamos a nuestro buen Dios y Padre por su soberanía a nuestras vidas.
Felicidades a todos los padres.
-Diana Sandoval
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